Alejandro Serrato
Más allá de
una moda pasajera, la agro-ecología tiene que ser un modelo de
producción, que no solo se centre en los principios fundamentales
agro-ecológicos, si no que asuma como propio otros principios que
combatan abiertamente el capitalismo en todas sus formas y colores.
Una sociedad
envuelta en la bandera del sistema capitalista, no puede desarrollar
un modelo agro-ecológico generalizado y convertirlo en algo más que
en proyectos de ámbitos locales, muy reducidos, donde participamos
colectivos, de pocas personas, que dependemos de pequeños grupos de
consumo, pará darle salida a los productos que cultivamos en apenas
pequeños huertos.
¿Podemos vivir dignamente con cultivos de estas características? No hablo de si puede comer una familia, o solo de cubrir los gastos generados, hablo de poder hacer frente a los pagos de unos estudios de calidad para nuestros hijos e hijas, de poder acceder a servicios básicos, hablo de hacer frente a pagos mínimos de agua, luz, gas, solventar problemas que se presentan día a día, acceder a servicios esenciales y vitales, que el mundo capitalista nos niega, si no es a base de disponer o poseer de una economía medianamente holgada.
¿Podemos vivir dignamente con cultivos de estas características? No hablo de si puede comer una familia, o solo de cubrir los gastos generados, hablo de poder hacer frente a los pagos de unos estudios de calidad para nuestros hijos e hijas, de poder acceder a servicios básicos, hablo de hacer frente a pagos mínimos de agua, luz, gas, solventar problemas que se presentan día a día, acceder a servicios esenciales y vitales, que el mundo capitalista nos niega, si no es a base de disponer o poseer de una economía medianamente holgada.
Yo creo,
personalmente, que con el modelo actual de agroecología, donde
actuamos como grupos o instituciones secretas, que entre nosotros
debatimos, discutimos y desarrollamos políticas a favor del medio
ambiente y de una sociedad justa, no podemos vivir dignamente de este
modelo, mientras este sea una isla de justicia en el mar de
desigualdad y opresión del capitalismo.
Tenemos que
intentar abrir nuestras “sociedades secretas” y poner a toda
la población con las manos sobre la tierra, para que sientan la
libertad y la sabiduría de nuestros antepasados, que tenían como
forma de vida la agricultura sostenible. Dejemos las puertas abiertas
de nuestros cultivos y pongamos nuestros conocimientos en la mente y
en las manos del resto de la población. Introducir el concepto de
agro-ecología en las instituciones, con fuerza y decisión, de forma
que rompan las ventanas cerradas de las administraciones. Esas
ventanas que cierran la posibilidad a que entre la voz del
pueblo y del medio rural, pero que si permiten que estén dentro las
voces y las manos del agronegocio global, que deciden la alimentación
en Andalucía, y las políticas agrarias que aquí se aplican
Iniciemos un
debate serio y con fundamento, en el seno de las fuerzas
políticas, sindicales y sociales. Hay que debatir proyectos y
acciones concretas entre colectivos, campesinos, campesinas y
administración, pero no solo para aumentar la cuantía en ayudas y
buscar la subvención que nos haga rentable nuestro proyecto de
cultivo, cerrar el acuerdo para cursos de formación, o que los
ayuntamientos nos cedan terrenos para huertos sociales donde poner en
prácticas nuestros conocimientos.
La búsqueda
del debate en la institución debe ir encaminada a concretar
proyectos de ámbito local, para caminar hacia lo global, globalizar
la lucha con proyectos que no tienen que ser exclusivamente
innovadores, si no rescatar los que ya desde la izquierda
consecuente, para romper con el franquismo y con el capitalismo,
buscó implantar en los años 80 en muchos municipios andaluces, como
fueron los comedores escolares, dónde con un control exhaustivo se
llevaba las compras de productos a los campesinos y campesinas
locales, evitando el acaparamiento de mercancías y de la tierra por
las grandes distribuidores que controlan a día de hoy el rentable
mercado de comedores escolares, centros hospitalarios, etc. y el
mercado de la alimentación en general.
Con el paso de
esos primeros años de búsqueda de una sociedad más justa,
igualitaria y de un desarrollo sostenible en consonancia con el medio
ambiente, muchos de aquellos colectivos políticos y sociales,
olvidaron cual era su función en los pueblos y ciudades andaluzas y
para qué depositó el pueblo la confianza en ellos. Con el paso de
los años en esta democracia atada y bien atada, los partidos del
régimen del 78, eliminaron estas iniciativas, para desarrollar
políticas claramente capitalistas y eliminar la peligrosidad de la
organización de los trabajadores y trabajadoras en el medio rural,
donde se imponía lo colectivo y lo social al capital.
Este tipo de
experiencia de principios de los 80 desarrollaban ámbitos de trabajo
colectivos, modelos cooperativistas, mediante la compra directa al
campesinado de los productos locales. Se desarrollaba un claro
ejemplo de soberanía alimentaria, fijando a la población al medio
rural, superando sin subvenciones la miseria y la exclusión social
de jornaleros y jornaleras. Con un espíritu transformador que
hizo a la juventud rural abrazar la tierra. Comedores escolares, de
hospitales o residencias de ancianos, eran la bandera que enarbolaban
los que ya mucho antes de que se desarrollaran el concepto de
agro-ecología, la practicaban, creando una simbiosis entre las
campesinas y los consumidores, desarrollando canales de
comercialización cortos, evitando la contaminación, regenerando la
materia vegetal, incentivando la rotación de cultivos ecológicos y
eliminando los químicos del abonado y del control de plagas,
desarrollando variedades de cultivos autóctonos y sociales, donde se
generaba mano de obra, eliminando los monocultivos que han dibujado
paisajes de oscuridad en el presente y futuro del medio rural.
En definitiva,
si abrimos nuestras sociedades secretas de la agro-ecología al resto
de la población, hacemos participes de nuestros conocimientos,
nuestro amor por el medio ambiente y nuestra lucha contra el
capitalismo, y empuñamos entre todos y todas nuestra bandera
de la soberanía alimentaria. Podremos desarrollar una sociedad más
justa, igualitaria y en armonía con el medio ambiente.
Como me decía
un campesino de 88 años de Arriate, “¡Niño!
La agroecología es la forma fina que tienen los ecologistas, de
decir lo que yo he hecho toda mi vida, luchar contra las injusticias,
de la forma que solo sabía hacer, sembrar semillas locales, rotar
los cultivos y abonarlas con estiércol, para dar de comer a mis
5 hijos, sin necesidad de tener que ir a comprar la comida a esos
sitios tan grandes que a saber, ¡dios!, de donde vendrán esos
alimentos y quien lo ha sembrado, porque mis productos están en la
tienda de allí abajo, y quien quiera que venga, que le explico cómo
lo he sembrado, que variedad de tomates son, y como lo he abonado”.
La
agroecología como método de lucha por la supervivencia del medio
rural contra el capitalismo, frente a las grandes multinacionales,
contra el acaparamiento de tierras y de los productos alimenticios,
solo es posible si desarrollamos el concepto como algo habitual en
nuestro día a día, lo socializamos y lo abrimos al 90% de la
población, y en vez de tratar a la agro-ecología y la soberanía
alimentaria como algo de nuestra propiedad, lo trasladamos a la
ciudadanía, como algo habitual que ya lo llevaban a cabo nuestros
mayores, que construían y construyen en silencio, con paciencia y, a
lo mejor, sin saberlo, la Andalucía Libre que necesitamos y
queremos.