jueves, 29 de octubre de 2015

Socialicemos la agroecología para vencer al capitalismo







Alejandro Serrato


Más allá de una moda pasajera, la agro-ecología tiene que ser un modelo de producción, que no solo se centre en los principios fundamentales agro-ecológicos, si no que asuma como propio otros principios que combatan abiertamente el capitalismo en todas sus formas y colores.
 
Una sociedad envuelta en la bandera del sistema capitalista, no puede desarrollar un modelo agro-ecológico generalizado y convertirlo en algo más que en proyectos de ámbitos locales, muy reducidos, donde participamos colectivos, de pocas personas, que dependemos de pequeños grupos  de consumo, pará darle salida a los productos que cultivamos en apenas pequeños huertos.

¿Podemos vivir dignamente con cultivos de estas características? No hablo de si puede comer una familia, o solo de cubrir los gastos generados, hablo de poder hacer frente a los pagos de unos estudios de calidad para nuestros hijos e hijas, de poder acceder a servicios básicos, hablo de hacer frente a pagos mínimos de agua, luz, gas, solventar problemas que se presentan día a día, acceder a servicios esenciales y vitales, que el mundo capitalista nos niega, si no es a base de disponer o poseer de una economía medianamente holgada.
Yo creo, personalmente, que con el modelo actual de agroecología, donde actuamos como grupos o instituciones secretas, que entre nosotros debatimos, discutimos y desarrollamos políticas a favor del medio ambiente y de una sociedad justa, no podemos vivir dignamente de este modelo, mientras este sea una isla de justicia en el mar de desigualdad y opresión del capitalismo.
Tenemos  que intentar abrir nuestras “sociedades secretas” y poner a  toda la población con las manos sobre la tierra, para que sientan la libertad y la sabiduría de nuestros antepasados, que tenían como forma de vida la agricultura sostenible. Dejemos las puertas abiertas de nuestros cultivos y pongamos nuestros conocimientos en la mente y en las manos del resto de la población. Introducir el concepto de agro-ecología en las instituciones, con fuerza y decisión, de forma que rompan las ventanas cerradas de las administraciones. Esas ventanas que cierran la posibilidad a que entre la voz del pueblo y del medio rural, pero que si permiten que estén dentro las voces y las manos del agronegocio global, que deciden la alimentación en Andalucía, y las  políticas agrarias que aquí se aplican
Iniciemos un debate serio y con fundamento, en el seno de  las fuerzas políticas, sindicales y sociales. Hay que debatir proyectos y acciones concretas entre colectivos, campesinos, campesinas y administración, pero no solo para aumentar la cuantía en ayudas y buscar la subvención que nos haga rentable nuestro proyecto de cultivo, cerrar el acuerdo para cursos de formación, o que los ayuntamientos nos cedan terrenos para huertos sociales donde poner en prácticas nuestros conocimientos.
La búsqueda del debate en la institución debe ir encaminada a concretar proyectos de ámbito local, para caminar hacia lo global, globalizar la lucha con proyectos que no tienen que ser exclusivamente innovadores, si no rescatar los que ya desde la izquierda consecuente, para romper con el franquismo y con el capitalismo, buscó implantar en los años 80 en muchos municipios andaluces, como fueron los comedores escolares, dónde con un control exhaustivo se llevaba las compras de productos a los campesinos y campesinas locales, evitando el acaparamiento de mercancías y de la tierra por las grandes distribuidores que controlan a día de hoy el rentable mercado de comedores escolares, centros hospitalarios, etc. y el mercado de la alimentación en general.
Con el paso de esos primeros años de búsqueda de una sociedad más justa, igualitaria y de un desarrollo sostenible en consonancia con el medio ambiente, muchos de aquellos colectivos políticos y sociales, olvidaron cual era su función en los pueblos y ciudades andaluzas y para qué depositó el pueblo la confianza en ellos. Con el paso de los años en esta democracia atada y bien atada, los partidos del régimen del 78, eliminaron estas iniciativas, para desarrollar políticas claramente capitalistas y eliminar la peligrosidad de la organización de los trabajadores y trabajadoras en el medio rural, donde se imponía lo colectivo y lo social al capital.
Este tipo de experiencia de principios de los 80 desarrollaban ámbitos de trabajo colectivos, modelos cooperativistas, mediante la compra directa al campesinado de los productos locales. Se desarrollaba un claro ejemplo de soberanía alimentaria, fijando a la población al medio rural, superando sin subvenciones la miseria y la exclusión social de jornaleros y jornaleras.  Con un espíritu transformador que hizo a la juventud rural abrazar la tierra. Comedores escolares, de hospitales o residencias de ancianos, eran la bandera que enarbolaban los que ya mucho antes de que se desarrollaran el concepto de agro-ecología, la practicaban, creando una simbiosis entre las campesinas y los consumidores, desarrollando canales de comercialización cortos, evitando la contaminación, regenerando la materia vegetal, incentivando la rotación de cultivos ecológicos y eliminando los químicos del abonado y del control de plagas, desarrollando variedades de cultivos autóctonos y sociales, donde se generaba mano de obra, eliminando los monocultivos que han dibujado paisajes de oscuridad en el presente y  futuro del medio rural.
En definitiva, si abrimos nuestras sociedades secretas de la agro-ecología al resto de la población, hacemos participes de nuestros conocimientos, nuestro amor por el medio ambiente y nuestra lucha contra el capitalismo, y empuñamos entre todos y todas  nuestra bandera de la soberanía alimentaria. Podremos desarrollar una sociedad más justa, igualitaria y en armonía con el medio ambiente.
Como me decía un campesino de 88 años de Arriate, “¡Niño! La agroecología es la forma fina que tienen los ecologistas, de decir lo que yo he hecho toda mi vida, luchar contra las injusticias, de la forma que solo sabía hacer, sembrar semillas locales, rotar los cultivos y abonarlas con estiércol, para dar de comer a mis  5 hijos, sin necesidad de tener que ir a comprar la comida a esos sitios tan grandes que a saber, ¡dios!, de donde vendrán esos alimentos y quien lo ha sembrado, porque mis productos están en la tienda de allí abajo, y quien quiera que venga, que le explico cómo lo he sembrado, que variedad de tomates son, y como lo he abonado”.
La agroecología como método de lucha por la supervivencia del medio rural contra el capitalismo, frente a las grandes multinacionales, contra el acaparamiento de tierras y de los productos alimenticios, solo es posible si desarrollamos el concepto como algo habitual en nuestro día a día, lo socializamos y lo abrimos al 90% de la población, y en vez de tratar a la agro-ecología y la soberanía alimentaria como algo de nuestra propiedad, lo trasladamos a la ciudadanía, como algo habitual que ya lo llevaban a cabo nuestros mayores, que construían y construyen en silencio, con paciencia y, a lo mejor, sin saberlo, la Andalucía Libre que necesitamos y queremos.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Frontera Sur: échale la culpa al muerto






Juan José Téllez




No son nadie. Los muertos. Algunos muertos. Espectros, simplemente, ectoplasmas sin identidad en un mundo copado por la fama y el poder. Gente sin nombre y sin historia. Los muertos. Los nadie. Los de la frontera sur, por ejemplo, que ni siquiera tienen derecho a que el Estado español desentrañe las causas y las posibles responsabilidades de su fin. Los muertos tienen la culpa, según un auto judicial recientemente dictado en Ceuta. La culpa de su muerte. Y, presumiblemente, la culpa de su vida.
Ya se veía venir. Hace poco menos de un mes, el juzgado de instrucción número 3 de los de Arrecife archivaba el caso de la patrullera de la Guardia Civil que arrolló a una patera, en Lanzarote, en diciembre de 2012: sólo fue rescatado el cuerpo sin vida de un joven marroquí, pero otros seis desaparecieron bajo las aguas. La embarcación fugitiva, en la que viajaban Jihad Zouyga, Nouredine Sadiki, Redouane Boulal, Hasan Mohandis, Rachid Amidane y Abdelali Elhajrani, fue sorprendida por la patrullera Cabaleiro cerca de la playa del Jabillo. Hay un video, despreciado por el juez, en el que puede verse como se inició la persecución de manera inmediata y como el patrón de la patera detiene su motor. La nave de la Guardia Civil, sin embargo, no aminoró la velocidad y pasó por encima del muerto, de los desaparecidos y de su barca, quienes por unos instantes intentaron mantenerse a flote, agarrados al clavo ardiendo de sus restos de naufragio.
En lugar de condenar aunque fuera por imprudencia temeraria a los guardias por el incumplimiento probado de una serie de protocolos, como el de utilizar una lancha auxiliar en dicha pesquisa, el magistrado cargó las tintas contra la acusación particular, con las siguientes palabras: “No alcanzamos a comprender, si no es de la óptica del oportunismo político y mediático, como se puede sostener una postura acusatoria y de imputación de la tripulación de la patrullera Cabaleiro”. ¿Está en contra su señoría de que pueda existir legítimamente dicha figura acusatoria? Tampoco parece aceptar de grado las normas que supuestamente se vulneraron en el curso del incidente, tal y como cabe deducirse de otro pasaje de su inquietante auto: “Se invocan reglamentos, “prevención de abordaje”, convenios con Servicio Marítimo de Rescate, protocolos de actuación etc. Y que se convierten en papel mojado ante las situaciones, que exceden cualquier normativa impuesta por el frio papel de la norma, cuando es el mar impone su orden y cuando alguien con una mínima experiencia en el mar es plenamente consciente que la Mar no se somete ni a regulaciones ni a protocolos , y las pautas de actuación vienen impuestas por ella”. Seguramente, Joseph Conrad y Helman Melville aplaudirían la parrafada, pero no así los familiares de los fallecidos. Otros nadie, sin uniforme ni rango, sin nombre ni presencia.
Lejos de cualquier atisbo de reconvención, por mínimo que fuere, el juez convirtió su auto en un encendido elogio al Instituto Armado: “Las partes acusadoras , al contrario que el Ministerio Fiscal, pretenden hacer de este procedimiento una causa general contra el Servicio Marítimo de la Guardia Civil , cuya dedicación, sacrificio y abnegación en estos servicios de rescate son incuestionables”. ¿Es que dicha dedicación, sacrificio y abnegación le impiden acaso cometer errores?
Ha vuelto a ocurrir. Una semana atrás, quedó archivado y sin efectos algunos el procedimiento judicial que investigaba la muerte de 15 personas el 6 de febrero de 2014 en un intento de entrada a Ceuta repelido por la Guardia Civil en aguas próximas a la frontera de El Tarajal. Ibrahim Keita, Armand Debordo, Dauda Dakole, Jeannot Flame, Joseph Blaise, Larios Fotio, Nane Roger Chimi, Ousman Kenzo, Oumar Ben, Samba Baye, Yves Martin y Youssouf, y otros tres jóvenes sin identificar. Los guardias, para repelerles, utilizaron pelotas de goma y botes de humo contra algunos inmigrantes que pretendían alcanzar la orilla. Hicieron lo correcto, opina Mari Carmen Serván, titular del juzgado número 6 de los de Ceuta, en su auto. Que faltan indicios, afirma; en espera eso sí, de que las ranas echen pelo o de que Marruecos –un reino que no suele ser propenso a la ternura oficial– conteste a una comisión rogatoria sobre las autopsias relativas a diez muertos de aquel día, que fueron enterrados al otro lado de la frontera.

Mientras la Fiscalía coincide tácitamente con la juez, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, el Observatorio DESC y la Coordinadora de Barrios han interpuesto esta semana otros tantos recursos de reforma contra el auto que decretó el sobreseimiento provisional de esa causa. ¿O era un recurso contra la perplejidad y el estupor? Si la jueza entiende que no existen indicios de que los guardias hicieran un uso inadecuado del material antidisturbios, visto lo visto en las imágenes de aquel día, difundidas por las fisuras de las redes sociales, habría que cambiar el manual de uso de tales armas disuasorias. ¿No debiera primar el criterio de ayudar a quien intenta ganar a nado y en son de paz una playa, en lugar de dispararles para hacerles volver grupas o hundirse en el mar?
La orden de servicio 15/11 sostiene explícitamente: “Caso de que prosigan el avance haciendo caso omiso a las indicaciones anteriores se podrá hacer uso de los medios antidisturbios, pelotas de goma y defensas, de que se dispone”. A ello se agarra la jueza, aunque nada diga la orden de la utilización de tales armas en el agua y, en cambio, tal y como recoge el propio auto, “el uso de los medios habrá de regirse por los principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad”. ¿Fue congruente, oportuno y proporcional disparar a un puñado de espaldas mojadas? Los vídeos oficiales no le sirven a la jueza porque tienen baja calidad y por lo tanto gozan de un valor “limitado”. En uno de ellos se ve a un agente disparando pelotas de goma contra los nadadores. En el citado documento judicial, no aparece mención alguna sobre la cámara térmica situada en el Monte Hacho que registró al menos cinco lanzamientos consecutivos muy cerca de los inmigrantes que se limitaban a nadar sin mostrar más hostilidad que hacia la muerte. Tales datos se esfumaron del auto como si fueran botes de humo.
Había dieciséis guardias en el banquillo. Probablemente faltara quien diese la orden de disparar. Los altos mandos no suelen responder de sus disparates ni los guardias rasos tirar colectivamente del gatillo fácil de los cowboys en un día como aquel. No hay indicios de que fueran los agentes quienes provocaron sus muertes, pero tampoco de que se aprestaran a salvarles. Ni existe el más mínimo registro de que la Benemérita alertase para ello a Cruz Roja o a Salvamento Marítimo. Estaban demasiado ocupados jugando al pim pam pum. Eso sí, al menos uno de los agentes reclamó a sus mandos que enviasen pronto a los buceadores. Cuando llegó la embarcación de los submarinistas del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas ya era tarde. El mar ya era, entonces, de nuevo el morir.
Lo extraordinario de este asunto es que la jueza sostiene que los guardias no están obligados a prestar auxilio en dicho trance, tal y como obligan otros protocolos distintos a los de Lanzarote: “Los inmigrantes no eran personas en peligro en el mar que precisasen ayuda en el sentido referido en el Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar (SOLAS) y la Convención Internacional sobre SAR Marítimo”, reza en su auto.
La culpa de esas muertes, según ella, la tuvieron los muertos: “Los inmigrantes asumieron el riesgo de entrar ilegalmente en territorio español por el mar a nado, en avalancha, aprovechando la noche, vistiendo gran cantidad de ropa y haciendo caso omiso a las actuaciones disuasorias tanto de las fuerzas marroquíes como de la Guardia Civil”.






Incluso pone en duda de que los cadáveres puedan corresponderse con los fallecidos aquel día y en base a la opinión del forense Ángel Macías, quien aseguró que no podía aseverarlo al cien por cien:”Por la data de las muertes y de las fechas en las que fueron apareciendo los cadávares no se puede afirmar que los fallecimientos se produjesen el día 6 de febrero de 2014 con motivo del intento masivo de entrar en territorio ceutí, ni si quiera el primer cadáver”, sostiene la titular de un juzgado que aprobó la rápida inhumación de los cuerpos localizados en Ceuta, sin que diera lugar a su identificación cuando “Caminando fronteras” y otras ONGs tenían localizados a algunos de sus familiares y a varios supervivientes de la aventura, cuyo ADN o cuyo testimonio hubieran servido para verificar sus nombres.
Pero olvidaban que no tienen derecho a nombre, ni a verdad judicial, ni a una investigación que merezca semejante consideración. Sencillamente, según pudiera sobreentenderse, murieron como consecuencia de un accidente o víctimas de un suicidio colectivo. Su secta, sin embargo, era la del hambre propia o la de la sed de horizontes.
Archivado por tanto aquel ir y venir entre España y Marruecos de dos muertos de nadie, aquel 6 de febrero: iban de un lado a otro sin que nadie quisiera quedarse con sus sueños tan descompuestos como su carne. Antes de archivar la investigación judicial, ya quedó sin efecto la investigación política. El PSOE e Izquierda Plural plantearon a la Junta de Portavoces del Congreso, que disuelve sus sesiones este lunes, la viabilidad de una comisión de investigación, pero el rodillo del PP lo impidió, a pesar de que las explicaciones del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, fueron tan rocambolescas entonces como el auto judicial ahora. En aquel momento, el secretario general del grupo parlamentario popular, José Antonio Bermúdez de Castro, aseguró que la comisión de investigación era “innecesaria” por tres razones: “La primera, que el ministro ya dio cumplidas explicaciones. La segunda, que el Gobierno ha realizado un ejercicio de transparencia colgando en la web de Interior los vídeos de lo que sucedió esa noche. Y la tercera, que este caso está siendo investigado por los juzgados”. Silencio y punto en boca. Los muertos al hoyo y los vivos a seguir practicando devoluciones en caliente.
¿Será posible que estos casos acaben ante el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas, tal como ocurrió en el caso de Lauding Sonko, inmigrante senegalés muerto en 2007 a manos de la Guardia Civil, cuando intentaba cruzar a nado hacia Ceuta y fue obligado a tirarse al mar sin saber nadar. El Estado español, en su defensa, explicó en su día que los hechos habían sido archivados por un juzgado de Ceuta, pero el Comité considera que “cabe al Estado parte explicar las circunstancias de la muerte del Sr. Sonko, toda vez que le han rescatado con del agua con vida. El Comité considera, asimismo, que independiente del hecho de que los guardias civiles hayan pinchado el flotador del Sr. Sonko o a qué distancia de la orilla lo hayan depositado, este fue dejado en condiciones que le causaran la muerte”. Ya que el comité observa que “los guardias civiles mantuvieron el control sobre las personas a bordo y eran por tanto responsables de su integridad”.
Lo cierto es que, en 2012, el Comité condenaba al Estado español por violación de los artículos 16 y 12 de la Convención Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y Degradantes. Al mismo tiempo,instaba a España “a efectuar una investigación adecuada e imparcial de los hechos que se produjeron el 26 de septiembre de 2007, a perseguir y condenar a las personas responsables de esos actos y a conceder una reparación integral que incluya una indemnización adecuada a la familia del Sr. Sonko…” . Con semejante precedente, cabe preguntarnos como nuestros juzgados se arriesgan a resolver la papeleta de una forma tan superficial. Quizá porque el peso de la opinión pública española y europea, tanto en la crisis de las migraciones como en la de los refugiados, se arrime más a la orilla de la hipocresía que a la de la compasión real.
En el caso del senegalés, Elena Maleno, de “Caminando fronteras”, analizaba con plena certidumbre que “Sonko no estaba solo aquella madrugada del 26 de septiembre de 2007, las tres personas que le acompañaban, dos hombres jóvenes y una mujer de cincuenta y dos años, fueron deportadas al desierto, en la zona de Argelia, tras ser detenidas por las autoridades marroquíes. Así, se perdían los testigos de un hecho delictivo”.
Lo peor de todo esto es que la muerte de Sonko no fue provocada por unos guardias civiles actuando de forma arbitraria, sino por un cuerpo de seguridad que cumplía órdenes de la Delegación de Gobierno de Ceuta. Esta práctica era institucional, lo que dificultó las investigaciones del caso Sonko y provocó que nuestra justicia ordenase el archivo de las actuaciones derivadas del fallecimiento de Launding”. ¿Actuaron de nuevo los guardias del Tarajal por orden de un delegado del Gobierno que también incurrió en flagrantes contradicciones? ¿Ocurrió lo mismo en Lanzarote y los guardias del patrullero tenían el beneplácito de sus superiores para saltarse a la torera los protocolos esenciales de persecución?
¿Por qué murieron unos y otros? Por lo que vienen naufragando a miles los africanos en la frontera sur europea. Porque hemos fracasado a la hora de regularizar la inmigración de forma convencional y tampoco hemos tenido éxito a la hora de encauzar a los solicitantes de refugio. Sonko, por ejemplo, provenía de Casamance, en Senegal, una zona inmersa en conflicto y que podría haber solicitado protección internacional si las autoridades españolas hubieran respetado los procedimientos legales en materia de asilo, en lugar de establecer un laberinto físico y legal del que ni siquiera Icaro sería capaz de escapar con alas de cera. Antes pasará un camello por el ojo de una aguja que un subsahariano por las oficinas de asilo que, a trancas y barrancas, abrieron sus puertas hace año y medio junto a las vallas de Ceuta y Melilla. De las cuatro mil solicitudes que se han tramitado en dicha encrucijada, apenas hay ninguna de individuos que procedan del polvorín de Africa central o del Africa atlántica, devastada por distintos tipos de terror desde Mauritania a Mali, Sudán del Sur, la República Centroafricana oNigeria –en clara situación de conflicto– o Senegal y otros países donde también podrían aplicarse medidas de refugio por distintas causas que aparecen claramente expresadas en la legislación internacional con la que se ha comprometido España. La segregación, por los motivos que fueren, alcanza tal calibre que ACNUR ha protestado púbblicamente por dicha costumbre y el Comité René Cassin ha cursado ya una denuncia al respecto ante el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) de las Naciones Unidas. Esta última acción legal ha sido presentada por Alberto Revuelta, el joven abogado que también asumió en su día la demanda por la muerte de Sonko. En esta ocasión, se basa en el caso de Abdoulaye Mara, un joven inmigrante de Mali que se encaramó a la valla melillense durante varias horas, gritando que quería pedir asilo sin que nadie atendiera a su petición. Cuando lo hicieron bajar a territorio español, antes de que la Guardia Civil lo devolviese maniatado y en caliente al otro lado de la frontera, volvió a insistir en su petición. Todo inútil.
Los solicitantes de asilo procedentes de Siria y de otros países del norte de Africa si logran llegar, mediante sobornos en territorio marroquí, hasta las oficinas españolas. Los negros, como allí se les llama, nunca. Unos y otros, con demasiada frecuencia, terminan reuniéndose en esa patria profunda a la que llamamos mar. Sus profundidades están llenas de cerrazón, de miedo, de fronteras cerradas, de corrupción y de autos judiciales que terminan culpándoles de su propia muerte, sin que nadie les proponga truco o trato.